miércoles, 25 de agosto de 2010


Admitir la derrota cuesta poco. Lo que incrementa el precio es habituarse a ella. Hacerse adicto. Desarrollar esa oportuna tolerancia a darse de palos en dosis más altas día a día. Tenderse en el suelo cara al techo a esperar con impavidez su derrumbe y ver mezclarse los escombros con los huesos.

1 comentario:

Diogenes Fuertes dijo...

Bueno, quizás un poco tarde para la devolución, pero no fué por falta de tiempo, como suele usarse en estos casos... sino falta de interés, pero no me malinterprete, de interés en continuar escribiendo en mi blog... y así fué que cuando el interés volvió me encontré con su humilde comentario que ahora agradezco. Espero volver a leer algún comentario suyo tan pronto como yo suba algo nuevo mío. Usted no está nada mal tampoco, podría llegar a adjudicarme este descubrimiento también. Caluroso saludo... sobre todo por la latitud en la que se encuentra.