sábado, 17 de diciembre de 2011

Una vez (mas...)



Sólo por una ligera discrepancia
No es el mismo el vacío,
Aunque mudos igual
Estén los grifos
y la rígida atmósfera
se beba mis tejidos
riendo, desbordando de sus comisuras
la jamás mitigada ausencia
del candor perdido en la botella

Sólo por un matiz escuálido
Apenas insinuado
No diré que la sombra se repite
Idéntica en lobreguez y espasmo
Pese a que huye
Del canto arrodillado…
Que se guarece tras los helados huesos
Menesterosos, oxidados…
Y girabunda al fin, cae en el vaso

Tan sólo por estos nuevos trazos
Que agujas verdes y amarillas
Grabaron (o gravaron) en la imagen
Descolla leve
Esta zozobra impenitente
Al desertar sin duelo alguno
Bajo mis pies el suelo muelle
E ilusorio
En que mis sueños se posaron

Ya lo se. Es el mandato
Inquebrantable y prolijo de los tiempos.
El ser lo mismo y otra cosa,
El haber bebido demasiado
Mas aún no lo suficiente
Como para un último desmayo.
Es el temblor de las uñas entintadas
De filosa mismidad empedernida
Que con otras pupilas se me clava.

“Todo es igual pero es distinto”
Enarbolan los carteles.
Son otras las gotas esta noche
Pero es la misma su sustancia.
El áureo resplandor de siempre
Traerá mañana
Una muerte diferente.
Y si brota una mano de entre la maleza
Habrá renacido el mismo duende.

Que una vez más estallen
En infinitas luces derramadas
Las alas de mi conciencia,
Y reverbere su voz
En un rincón distinto
De latas y maderas de angustioso insomnio,
Que se quiebre al final de su caída
Sobre alguna piedra única en su especie
Que merezca este único delirio.

martes, 7 de septiembre de 2010

Dioses Estériles


La rata inmune
Sin objetar lo suyo ni lo ajeno
Diagramó sus pretensiones
Y –esto quedó muy claro-
No habría corcel danzando
Soberbio, encascabelado,
capaz de eludir la ceremonia.

Vistiendo el mismo trapo
Arremetió contra los mismos muertos
(y los decapitados)
sin otros temores que no fuesen
los estrictamente programados
con fines de no faltar a su promesa.

Al eco abandonado
A su suerte
Le cuelgan plumas del grotesco
Último recado y resuena pálido
en el vano de la escalera

Es el desfile de los rezagados
Cruzando los pasillos transparentes,
Codeándose. Advirtiendo
Un pomposo final.

Allende el agujero
Se agazapan las memorias
Y sus copias
“y las copias de las copias…”
Porfiando ser originales:
“Legítimas hijas de los Dioses”

-“no me engañan”-
El roedor sentencia.
Y se las devora
Mucho antes
Que su sombra esboce.

Paradigmas de la inexistencia
En un bigote almibarado.
El ignoto persiste en alcanzar la cumbre.
Lo atosiga
Su propósito de inmortalidad
No obstante haber sido deglutido
Sin haber sido jamás.

No se puede echar de menos
La luminiscencia
Donde siempre fue tiniebla.
Y las moscas ni siquiera son molestas
Donde no hay.

miércoles, 25 de agosto de 2010


Admitir la derrota cuesta poco. Lo que incrementa el precio es habituarse a ella. Hacerse adicto. Desarrollar esa oportuna tolerancia a darse de palos en dosis más altas día a día. Tenderse en el suelo cara al techo a esperar con impavidez su derrumbe y ver mezclarse los escombros con los huesos.

Es bastante complicado el trabajo que se requiere para ser "Uno Mismo", sobre todo SI se tiene la convicción de YA serlo sin lugar a dudas, cuando en realidad no sabemos quienes/qué somos. Entonces, acudimos a todo ese tendal de elementos a utilizar conforme a la necesidad que surja. Pero lo realizamos en un estado tal de consciencia que nos inhibe de percibir la diferencia entre ellos.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Buscar Diamantes


La caída y posterior
necesidad de reinventarse
masivamente cabe
en la oscura fuente
donde todo se procesa.
Una muerte desprolija
que salpica ojos
de abundante costra
y se atribuye
la marca registrada.
No lo dejaste porque sí (al cuerpo),
tus intenciones
-veladas al estrado-
de esparcir
el folleto explicativo
fueron piedra y barro
y un anillo de diamantes
(¡Enhorabuena!)
La mañana murmura
sus fatuas especulaciones
ejecuta el acto único
de sus vírgenes huesos
con vigoroso salto.
Elude el zarpazo
traza una errática curva
ajena a todo cálculo,
la coordinación colapsa
y percibe al instante
que el azar-destino
atento al usufructo
devora su locura
a cambio de espejismos
entre luces escasas
y mitos desgastados.
Podrá surgir entonces
con dispares elucubraciones
una tregua fingida
de bandera clavada en la tristeza
donde casi ni ruinas quedan;
si al fin y al cabo
estaba mucho más allá
de lo impensado por nadie.
Nunca se develará la incógnita
mientras se busque la respuesta
en este mundo

martes, 4 de mayo de 2010

Sinrazones



No podría olvidarlo. Fue el día de mi undécimo cumpleaños. El sábado habrán pasado siete.
-¡Vos no sos mi padre!- le grité rabioso.
-Tenés razón- me dijo con voz quebrada y mirada de hielo. Se metió en su campera, se colgó su morral al hombro y contrario a lo por mí previsto, cerró muy suavemente la puerta al salir rumbo a los bares a vender su bijou.
Por la mañana como de acuerdo implícito no nos dirigimos la palabra. Mamá nos miraba a uno y a otro sin comprender del todo. Mientras mi hermanito, ajeno e indiferente mantenía con ambos esa misma charla cotidiana que por primera vez percibí estúpida y por completo innecesaria.
Mi silencio, aunque más que elocuente a la par del de mi padre (No puedo evitar llamarlo así, al fin y al cabo es al único que conocí como tal), me roía los oídos, me escocía en los ojos, me aceleraba los pies…así que partí más temprano que nunca hacia la escuela. No cerré la puerta al salir, seguro de que mi hermanito correría tras de mí.
Esos primeros días me resultaron tan incómodos como una ropa dos talles menor a la adecuada disminuyendo mi libertad de movimientos; y hasta mis pensamientos se hicieron más lentos, rondaban éstos, recuerdo, el desconocido paradero de mi padre biológico.
El tiempo fue deslizándose lentamente entre las cosas que hacían a nuestra vida. Mucho había transcurrido ya desde que no cruzábamos tan siquiera una furtiva mirada con ese hombre que me había criado. Se que mamá hablaba mucho con él abrumada ante la negación mutua a la que nos habíamos sometido con ostensible capricho. Conmigo raras veces lo hacía: “Deberías pedirle disculpas…”, me decía, a lo que yo contestaba casi invariablemente: “No necesito sus disculpas”, sabiendo que eso era lo que él esperaba de mí.
Mi conducta en la escuela evidenció por entonces un considerable cambio, no para mí, cabe acotar, ya que nada me conmovía. Pero entre los maestros fue causa de recurrentes comentarios, por lo que pude saber más tarde cuando la asistente psicopedagógica citó, en primera instancia, a mis padres, y visitó mi casa ante la ausencia de respuesta de ellos. Mi padre se limitó a escuchar durante breves minutos la exposición de la mujer, dándose pronto por informado del tema en cuestión, luego de lo cual se excusó con sumos respeto y cortesía y abandonó simplemente la reunión, morral al hombro.
Yo seguía insistiendo en que él no era mi padre, y por su parte él jamás se aventuró a oponer resistencia alguna a esta realidad.
Mamá, escurriéndose las lágrimas se comprometió (por mi bien) a solicitar ayuda profesional, cosa que jamás sucedió, ni hubiese sucedido de depender de mí. Todo estaba bien así como estaba, era el argumento convincente que yo esgrimía. Aún continúa siendo del mismo modo.

Esta noche, mamá me imploró, enrojecidos los ojos, trémula la voz, que me acerque a él:
-“Juanjo…hijito querido…es la última oportunidad que tienen para perdonarse, hacelo por mí…o por la paz de ésta, que es tu familia…”
Me asomé al cuarto desde el umbral, sin atravesarlo. Sólo lo miré, allí tendido en su cama, hecho una nada flotando en la nada. Y confieso que no sentí nada. Y supongo que tampoco él sintió nada. Pegué media vuelta, me metí en su campera, me colgué su morral al hombro, cerré muy suavemente la puerta detrás de mí al salir y me vine a los bares.

martes, 20 de abril de 2010

De Jardines Lejanos (fragmento)


¿Soy yo el que anda esta noche
por mi cuarto, o el mendigo
que rondaba mi jardín
al caer la tarde? …Miro
en torno y hallo que todo
es lo mismo y no es lo mismo…
¿La ventana estaba abierta?
¿No me había yo dormido?
¿El jardín no estaba blanco
de luna?... El cielo era limpio
y azul… Hay nubes y viento…
y el jardín está sombrío…
Creo que mi barba era
negra…Yo estaba vestido
de gris… Y mi barba
es blanca y estoy enlutado…
¿Es mío este andar? ¿Tiene esta voz
que ahora suena en mí los ritmos
de la voz que yo tenía?
¿Soy yo o el mendigo
que rondaba mi jardín
al caer la tarde?... Miro
en torno… Hay nubes y viento…
El jardín está sombrío…
Y voy y vengo… ¿Es que yo
no me había ya dormido?
Mi barba está blanca.
Y todo es lo mismo
Y no es lo mismo…

Juan Ramón Jiménez